miércoles, 28 de enero de 2009

El mercado medieval

Como todos los años por estas fechas, y ya irán siete u ocho ediciones, se ha celebrado este fin de semana en Córdoba el mercado medieval. Ha sido una buena ocasión para darse una vuelta por la plaza de la Corredera y el eje que la une con las plazas de las Cañas y del Potro y disfrutar del ambiente que se vivía. Este año ha estado un poco deslucido por la lluvia y el tiempo no demasiado agradable que había –solamente se ha salvado, y no del todo, el sábado-, pero mirándolo por el lado positivo, este tiempo revuelto ha hecho que mucha gente se quede en casa, y en el recinto del mercado no se han dado las excesivas aglomeraciones de gente que había otros años.
Habrá quien diga que el mercado de medieval tiene poco, que en realidad solo son unos puestos de hippies ataviados con unas vestimentas “de época”, y que poco más de medieval tiene. En parte no les voy a quitar la razón, en muchos casos se trata de eso, aunque también hay dignas excepciones en las que la ornamentación de los puestos, o los productos que nos traen, son mucho más que dignos. Particularmente en la edición de este año solo tengo un pero, aparte de los precios, que ni en época de crisis son más bajos, y es que este año decían que el mercado estaba dedicado a la astronomía, y por mucho que busqué, no encontré nada que me lo recordase. A lo mejor esperaban que no estuviese nublado y de noche se pudieran ver las estrellas… En fin, bromas aparte, eso es lo que me decepcionó un poco.
Pese a los defectillos comentados, son muchas las virtudes que tiene el mercado medieval, aunque solo sea para sacarnos a pasear a la calle y contemplar algo diferente que solamente podemos ver un fin de semana al año. Y eso no se le puede reprochar nada, pues somos muchísimos los cordobeses que lo visitamos y pasamos un buen rato paseando por allí. La lástima es que ya se acabó y habrá que esperar otro año para poder disfrutar de nuevo del mercado. Espero que el año que viene haya más dinero y no nos tengamos que limitar a mirar, sin poder comprar nada de lo que allí se nos ofrece.

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