martes, 22 de septiembre de 2009

Nuestra Señora de la Fuensanta

El pasado 8 de septiembre, día mariano por antonomasia, se celebró en Córdoba a su patrona, Nuestra Señora de la Fuensanta. Aunque antiguamente fue una de las fiestas más celebradas en la ciudad junto a la feria de Nuestra Señora de la Salud, en la actualidad ha quedado relegada a poco más que una verbena de barrio en torno al santuario donde se encuentra la Virgen.
Como tantas otras vírgenes, la de la Fuensanta tiene un origen poco claro. Según la leyenda, es una más de tantas vírgenes aparecidas al cabo de los siglos tras haber sido escondida en tiempos de la conquista musulmana de la península, pero por su morfología se trata de una imagen gótica propia del tiempo de su aparición.
Sobre los orígenes de esta Virgen, existe una leyenda que es la que ha llegado hasta nuestros días. Cuenta la tradición que, allá por el año 1420 –reinaba en Castilla Juan II en esa época-, vivía por el barrio de San Lorenzo un cardador de lana llamado Gonzalo García. Este personaje se encontraba tremendamente afligido debido a una gran pena que le embargaba. Su mujer se encontraba paralítica, y su única hija estaba demente. Un día, ante tan insoportable situación, decide dar una vuelta por los alrededores de la ciudad. Atravesando la muralla por la puerta de Baeza, se dirige hacia un arroyo que discurre por las cercanías del lugar. Allí, se encuentra con un joven y dos doncellas, una de las cuales le dice que tome agua de una fuente cercana, la lleve a su casa y la de a beber a su mujer y su hija para que todos sus males se vayan. Quien así habló fue la Virgen, acompañado de nuestros patronos San Acisclo y Santa Victoria. Un momento después de escuchar estas palabras, los tres jóvenes desaparecen misteriosamente, y Gonzalo acude a una alfarería cercana a comprar un recipiente para el agua. Una vez recogida ésta, se dirige a su casa y la da de beber a su mujer y su hija, que al momento sanan.
Verdad o mentira, ésta es la historia del origen de la tradición. Lo que sí es verdad es que a raíz de estos hechos las aguas de la fuente comienzan a coger fama de milagrosas entre la población, y gran número de gente acude a tomarlas para curar sus males.
Transcurrida una veintena de años –según se cree en el año 1442-, un ermitaño de la Albaida, aquejado de un gran mal, y conocedor de la existencia de las aguas milagrosas, decide acercarse a tomarlas. Tras obrarse el milagro y curar su enfermedad, el ermitaño eleva sus plegarias a la virgen, y un día, concretamente un 8 de septiembre, escucha una voz que le dice que se dirija a la fuente, y en el interior de un árbol que hay junto a ella (concretamente un cabrahigo), encontrará una imagen de la Virgen depositada allí por los cristianos en los tiempos de la conquista musulmana. Tal como escuchó aquellas palabras, el ermitaño se dirigió hacia el árbol, y cortándolo, halló en su interior la imagen de Nuestra Señora de la Fuensanta, que así se llamó en alusión a la fuente milagrosa junto a la que apareció.
Pocos años después, hacia mediados de siglo, comienza a construirse un santuario de estilo gótico para alojar a la Virgen. La iglesia se construye junto al lugar de la aparición, y sobre la fuente “santa” se construye un templete también gótico, tal y como podemos ver aún hoy día. Este santuario es destino de devoción y peregrinación de numerosos cordobeses que se dirigen allí a tomar las aguas para sanar sus enfermedades, y que en agradecimiento por su curación cuelgan de los muros de la iglesia numerosos exvotos, entre los que destaca un caimán disecado, origen de otra leyenda asociada al lugar, pero eso lo dejo para otro momento, porque no quiero hacerme pesado con tanta historia.
Solo decir que el santuario original sufrió grandes reformas en el año 1641, de las que destaca especialmente la actual portada de la iglesia. Y también que fueron frecuentes las inundaciones del lugar debido a las crecidas del río, que hasta hace unos 150 años transcurría mucho más cerca del lugar que lo hace hoy en día, siendo curiosos unos azulejos que se encuentran junto al pocito, como se llama al pozo que acoge las aguas milagrosas, donde se nos indica el nivel que llegó a alcanzar el río durante las crecidas.

viernes, 31 de julio de 2009

Nuestra Señora del Carmen

El pasado día 16 de julio se celebró el día de Nuestra Señora del Carmen, la virgen marinera y, al igual que comentaba en el inicio del post anterior al referirme al día de San Juan, esta devoción está más extendida en las zonas costeras que en las tierras del interior. Ello no es óbice para que en Córdoba no se tenga una particular devoción a esta virgen; no solo eso, sino que la advocación de la Virgen del Carmen se da en la ciudad por partida doble, en dos imágenes diferentes que poseen el mismo nombre.
El origen de esta devoción está en el establecimiento en la ciudad de dos comunidades diferentes de frailes carmelitas. La primera durante el siglo XVI en el convento de Nuestra Señora del Carmen, y la segunda en el convento de San José, popularmente llamado de San Cayetano, en el siglo XVII. De las dos vírgenes, posiblemente sea la establecida en la iglesia de San Cayetano la que mantenga en la actualidad un mayor arraigo en el sentir popular, propiciado principalmente por el colegio –también llamado del Carmen-, regentado por los padres carmelitas.
Pero hoy voy a hablar de la otra virgen, en particular de la iglesia en la que se encuentra ubicada, la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, situada en las inmediaciones del lugar donde antiguamente se encontraba la Puerta Nueva, puerta principal de entrada a la ciudad de los viajeros que llegaban por el camino real procedente del norte de la península.
Como decía anteriormente, el origen de la iglesia está en el establecimiento en la ciudad, en 1580, de una comunidad de Carmelitas Calzados. Éstos construirán una iglesia bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen que poco a poco irá adquiriendo mayor importancia, hasta llegar a ser en el siglo XVIII uno de los conventos principales de la ciudad. Esta preponderancia que había tomado sufre un punto de inflexión con la llega a la ciudad de las tropas francesas, que ocupan el convento y producen numerosos daños en él. El paso de los años no hace más que agravar la situación, produciéndose la exclaustración de los frailes durante la fiebre desarmortizadora del siglo XIX. Ya en los comienzos del siglo XX la iglesia amenaza ruina y tiene que sufrir una restauración que la salva de males mayores, reabriéndose al culto en la década de 1940. Posteriormente, las dependencias de lo que había sido el convento se integran en la Facultad de Derecho que se instala en aquel lugar.
La iglesia es de estilo barroco. Su interior consta de una sola nave a la que se accede por una puerta lateral. La puerta principal se encuentra en la actualidad tapiada, aunque se puede admirar junto a una zona ajardinada perteneciente a la facultad. Aunque exteriormente el aspecto de la iglesia es bastante sobrio –excepto la puerta principal y la espadaña, que aporta cierta verticalidad al conjunto-, es el interior de ésta el que conserva la joya del conjunto. Se trata del, posiblemente, mejor retablo pictórico que se encuentra en la ciudad, solo equiparable con los situados en la catedral. Las pinturas fueron realizadas en 1655 por el famoso pintor sevillano afincado en la ciudad Juan de Valdés Leal. Entre otras figuras de santos destaca la pintura central del retablo, en la que aparece San Elías ascendiendo a los cielos en su carro. Solo por contemplar estas maravillosas pinturas vale la pena una visita a la iglesia.
Aparte de todo lo citado, y para acabar, también aconsejo una visita el antiguo claustro del convento, integrado como patio principal de la Facultad de Derecho.

miércoles, 8 de julio de 2009

San Juan de los Caballeros

Hace poco que pasó el día de San Juan, y aunque en Córdoba no se acostumbra a celebrar este día tan señalado como en otras regiones de España, especialmente en zonas costeras de levante o Cataluña, aquí se tiene memoria de este santo (en este caso San Juan Bautista) en la iglesia de San Juan de los Caballeros.
El origen de la iglesia está en una de las collaciones instituidas por Fernando III tras la conquista de la ciudad a los musulmanes en 1236, quedando, como ya dije anteriormente, bajo la advocación de San Juan Bautista. También se le llama de San Juan de los Caballeros por estar situada en sus inmediaciones la casa de los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén. Esta collación, la más pequeña de la ciudad, se une a finales del siglo XVIII a la de Omnium Sanctorum (Todos los Santos), que tenía su iglesia en muy malas condiciones en esa época –la iglesia de Omnium Sanctorum se encontraba frente a lo que hoy en día es el Gobierno Militar-; la misma iglesia de San Juan, encontrándose también en malas condiciones, deja de ser la sede parroquial en la década de 1870, pasando ésta a situarse en la iglesia del antiguo convento de la Trinidad, manteniéndose así hasta la actualidad. Tras la pérdida de la importancia que tuvo en otros tiempos, la pequeña iglesia es cedida en 1880 a las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, congregación fundada por la perabense Santa Rafaela María de Porras. Es así como pasa a ser la capilla del colegio que regentan estas religiosas.
La iglesia se instaura en su origen, como era habitual en esas fechas, en el lugar que ocupaba una antigua mezquita, de la cual se reaprovechan algunos elementos, de los cuales aún subsiste el alminar, convertido en torre de la iglesia. Este alminar no es el único que existe en la ciudad, -aún podemos ver otros como los de las iglesias del convento de Santa Clara, o Santiago, o incluso el alminar de la mezquita mayor oculto bajo el actual campanario-, pero de los aún existentes es el mejor conservado de todos, además de ser el más antiguo, datándose entre mediados del siglo IX y principios del siglo X.
Nada se conserva en la iglesia de su época original. Ha sufrido varias reedificaciones; la primera en el año 1637 y una posterior en 1799, cuando se construye lo que podemos contemplar en la actualidad, si exceptuamos la torre-alminar. Se trata de una pequeña iglesia de tres naves en la que destaca el estilo neoclásico en que está construida, aunque también pueden contemplarse algunas reformas contemporáneas que le han dado un mayor realce. Ya solo quedaría la restauración del alminar, que a pesar de su importancia se encuentra en muy mal estado de conservación, por lo que no estaría mal que las instituciones se acordaran de restaurarlo algún día de estos.

domingo, 10 de mayo de 2009

Nuestra Señora de Linares

Ya ha llegado el mes de mayo, y con él, el mes festivo por antonomasia en Córdoba. Sería prolijo enumerar la cantidad de fiestas, celebraciones, concursos y cualquier tipo de acto que se celebra durante este mes. Entre los más destacados y conocidos, quizás se encuentren las Cruces de Mayo, recién finalizadas, el concurso de los Patios y la feria de Nuestra Señora de la Salud. Pero hoy no voy a hablar de ninguna de las fiestas referidas, sino de otra que también se celebra por estas fechas y que, sin ser tan conocida y multitudinaria, posiblemente tenga el origen más antiguo de todas ellas. Me refiero a la romería de Nuestra Señora de Linares, que este año ha coincidido con el día de la Cruz, quedando un poco más olvidada que otros años por este motivo.
Como sucede con otros muchos sitios llenos de significado religioso, el santuario de Nuestra Señora de Linares se sitúa en un lugar agreste con una vegetación exuberante; lo que podríamos decir, un lugar idílico –no tenían mal gusto los religiosos de otras épocas para situar sus centros de culto-, aunque las numerosas construcciones que han proliferado en los últimos años por los alrededores están cercando al santuario y están acabando a pasos agigantados con la vegetación del paraje. De todas formas, aún existen zonas en un buen estado de conservación, sobre todo las más alejadas de la ciudad, en dirección a las cumbres de la sierra. La vegetación, de tipo mediterráneo, se convierte así en el complemento indispensable para pasar un magnífico día de campo y disfrutar de la romería, o del típico perol cordobés en cualquier época del año.
El origen del santuario dice la tradición que está en la época de la conquista de la ciudad de Córdoba por parte de Fernando III el Santo, allá por el año 1236. Tomada la zona oriental de la ciudad por las fuerzas cristianas, la noticia llega al rey, que decide trasladarse rápidamente con refuerzos para ayudar a conquistar el resto de la ciudad, aún en poder de los musulmanes. Para ello se dirige hacia el sur, utilizando una de las antiguas vías romanas que aún estaban en uso en esa época –de la que aún se pueden ver restos cerca del santuario de la Virgen de Linares, destacándose un puente romano de un arco que cruza el arroyo Linares-, y una jornada antes de llegar a la ciudad, decide acampar. En el lugar donde acampa se encuentra una antigua atalaya de origen árabe, aún existente integrada en el santuario, donde, según cuenta la tradición, el santo rey decide colocar una imagen de la virgen, ofreciendo una misa antes de atacar la ciudad. Esa virgen será la que se conozca hasta el día de hoy como Nuestra Señora de Linares.
El porqué del nombre de la advocación de la virgen está un poco confuso. Según la tradición, se debería a que el sacerdote que ofició la misa el día que se colocó la virgen allí provenía de la población jiennense de Linares, aunque la versión más plausible sería la de que el término Linares sería la corrupción del nombre que le daban los árabes a las torres vigía. Según esta última versión, el nombre de la virgen vendría a significar algo así como Virgen de la Torre Vigía, al estar situada en el interior de una de ellas.
El caso es que Nuestra Señora de Linares, llamada también la Virgen Conquistadora, o Capitana, debido a la época de su origen, comenzó a tener cada vez más devoción entre los ciudadanos de Córdoba, que con el paso de los años organizaron una cofradía en torno a ella que es la que, tras varias reorganizaciones, ha llegado hasta hoy día.
Para finalizar, querría decir que el origen de la talla tampoco está muy claro. Aunque en principio existiese una talla del siglo XIII, o incluso anterior, seguramente debido a ser de poco valor o a que su estado de conservación fuera deficiente, entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII se tallaría la imagen que podemos contemplar en la actualidad, de un estilo manierista típico de esa época. La imagen sufriría posteriormente varias restauraciones, la última en 1984, donde se le volverían a colocar unos rayos solares que había perdido con el paso de los años y que hacen de ella una virgen inconfundible.

domingo, 19 de abril de 2009

La Virgen de los Dolores

La Semana Santa del 2009 ya ha concluido, y lo ha hecho con un lucimiento que casi ni nos acordábamos, después de tantos años en que la lluvia no dejó realizar su estación de penitencia a muchas de las cofradías que toman las calles de la ciudad por estas fechas.
Me sería muy difícil destacar una cofradía de las que procesionan en Córdoba durante la Semana Santa, pues todas y cada una de ellas tienen elementos que destacar y que las hacen atractivas, tanto al creyente como al que no lo es. A pesar de ello, uno de los criterios que valoro más y son más importantes es el de la antigüedad de la talla y su valía artística; eso es lo que me ha hecho elegir la imagen sobre la que voy a escribir hoy.
Una de las vírgenes a las que se les tiene más devoción en la ciudad –no en vano se le llama la Señora de Córdoba- es Nuestra Señora de los Dolores. Normalmente es una imagen a la que los cordobeses profesan un gran fervor religioso, pero es justo antes del comienzo de la Semana Santa, durante el Viernes de Dolores, cuando se reúnen ante ella una multitud de fieles que, siguiendo una tradición muy arraigada en la ciudad, desfilan ante la virgen haciendo largas colas para pedirle algún favor, agradecerle el haberlo recibido o, simplemente, por hacerle una visita en este día tan señalado y contemplar la belleza con que se adorna la iglesia.
La iglesia, situada en la plaza de Capuchinos, ocupa un lateral de dicha plaza. Se encuentra bajo la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, aunque también se le llama de San Jacinto, por haber pertenecido al hospital de igual nombre. El origen del hospital de San Jacinto se encuentra en otro lugar de la ciudad, concretamente en la collación de San Juan de los Caballeros –actual zona de la Trinidad-, donde es fundado allá por el año 1596. Transcurridos los años, en 1710 se decide su traslado al lugar que ocupa en la actualidad, iniciándose la construcción de hospital e iglesia, cuyas obras concluyen en 1731, siguiendo la estética barroca típica de la época.
Tras el traslado al nuevo lugar, se funda una cofradía con la advocación de la Virgen de los Dolores, utilizando para ello una imagen existente –la actual Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo de la hermandad de la Misericordia- que los hermanos cofrades deciden sustituir por otra de nueva factura. Para ello se encarga el trabajo al escultor granadino Juan Prieto, que esculpe una virgen que no es del total agrado de la cofradía, por lo cual talla una nueva en 1719 que es la que existe en la actualidad.
Desde esta fecha se puede contemplar a Nuestra Señora de los Dolores procesionando en nuestra Semana Santa, primero sola y a partir del siglo XIX formando parte de la procesión del Santo Entierro, situación que se mantiene hasta la década de 1930, cuando la hermandad vuelve a independizarse e incorpora la imagen del Cristo de la Clemencia, tallada en 1939 por el escultor valenciano afincado en Córdoba Amadeo Ruiz Olmos. Dicha imagen sigue la estética del Cristo de los Faroles, situado en la plaza de Capuchinos, frente a la puerta de la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores.
Dada la devoción que adquiere la Virgen de los Dolores en la ciudad de Córdoba, en el año 1965 se decide su coronación canónica, tras la cual pasa a denominarse Nuestra Señora de los Dolores Coronada. A partir de ahí, la devoción que los cordobeses mantienen hacia la virgen no ha hecho más que acrecentarse, llegando así a la actualidad, cuando tanto el Viernes de Dolores como el Viernes Santo podemos contemplar las imágenes de fervor que suscita la Señora de Córdoba.

domingo, 29 de marzo de 2009

El hospital del Cardenal Salazar

Cerca de la mezquita se encuentra un edificio de grandes dimensiones –ocupa todo un lateral de la plaza del Cardenal Salazar- que muchos cordobeses conocerán, aunque no hayan estudiado en sus aulas. Se trata de la Facultad de Filosofía y Letras. Lo que muchos no conocerán, sobre todo los más jóvenes, es que este edificio no siempre ha cumplido la misma misión.
Su origen está en el deseo del cardenal don Pedro de Salazar y Toledo, a principios del siglo XVIII, de crear un colegio que acogiese a los niños del coro de la catedral, para lo cual dispone de unos cuantiosos fondos y de unas casas cerca de la catedral. Justo por esos años se desencadena en la ciudad una grave epidemia de peste, debido a la cual el concejo de la ciudad ruega a don Pedro de Salazar que destine los fondos del colegio a la creación de un hospital en el que cuidar a los numerosos afectados por la epidemia. El cardenal accede al cambio de usos y se inicia la construcción del edificio, que queda concluido en el año 1724 en el estilo barroco que podemos contemplar en la actualidad.
El nuevo hospital, pese a no ser el único de la ciudad, ya que en esa época existían más centros asistenciales, debido al pequeño tamaño de éstos y a su falta de financiación, se convierte desde el primer momento en el principal y más grande hospital de Córdoba durante muchos años, conociéndose con el nombre de hospital de Agudos. Esa importancia la pierde a mediados del siglo pasado, cuando se construye la ya desaparecida Residencia del Teniente Coronel Noreña, que supone una revolución en la asistencia sanitaria de la ciudad, y provoca la decadencia del antiguo hospital, que subsiste hasta principios de la década de 1970. En esos años, la recientemente creada Universidad de Córdoba se hace cargo del edificio y sitúa en él la Facultad de Filosofía y Letras y Derecho –esta última se separa posteriormente para situarse en el antiguo convento del Carmen-, función que aún mantiene en la actualidad.
Unida a este edificio, pero con un origen muy diferente y mucho más antiguo, se encuentra la capilla de San Bartolomé. Se trata de una capilla de origen gótico-mudéjar, de finales del siglo XIV o principios del XV, que formaba parte de una iglesia más amplia, de la que aún pueden verse restos en la portada exterior o en las arcadas del atrio actual. Se trataría de la parroquia de San Bartolomé, creada en el año 1399 como parroquia del recién creado barrio del Alcázar Viejo y del antiguo barrio de la Judería, pero esa es una historia muy larga que habrá que contar en otro momento.

miércoles, 18 de marzo de 2009

San Lorenzo

Este fin de semana pasado se ha inaugurado, después de dos años de restauración, una de las iglesias más importantes y con, posiblemente, la personalidad más marcada de Córdoba. Se trata de la iglesia de San Lorenzo, centro neurálgico del barrio del mismo nombre.
La iglesia de San Lorenzo es una de las parroquias instituidas por el rey Fernando III tras la conquista de la ciudad a los musulmanes en el año 1236. Como ocurrió con otros casos, por ejemplo en la catedral, o en las iglesias de Santiago, San Juan o Santa Clara, la iglesia ocupa el solar de una mezquita anterior situada en el mismo lugar, llegándose a aprovechar elementos de ésta en la nueva iglesia, como es el caso que tratamos, donde se aprovecha parte del alminar en la actual torre. A lo largo de los siglos XIII y XIV se va construyendo la iglesia en un estilo de transición del románico al gótico, de tres naves, que con el transcurso de los siglos va sufriendo modificaciones hasta llegar al estado en que la encontramos actualmente.
Al principio decía que quizás ésta sea la iglesia que posee la personalidad más marcada de la ciudad. Varios son los motivos por los que me atrevo a hacer tal afirmación. A saber:

1. Las pinturas de estética goticista que adornan el ábside principal, magníficamente restauradas, y que a mí, personalmente, me recuerdan las existentes en las basílicas de San Francisco de Asís o San Antonio de Padua en Italia –bien es verdad que las cordobesas se encuentran a gran distancia, pues no fueron ejecutadas por ningún Giotto o Cimabue, ni adornan tan profusamente todos los muros de la iglesia-. Estas pinturas murales son únicas en Córdoba y no se encuentran parecidas en ningún otro edificio de la ciudad.
2. El pórtico que precede a la portada principal de la iglesia, también único en la ciudad, y que recuerda a construcciones de otras latitudes más al norte.
3. El magnífico rosetón mudéjar que preside la fachada principal. En este caso no es único en la ciudad, pues podemos encontrar otros parecidos en iglesias de esta misma época, caso de San Miguel, Santiago o San Pablo, pero puede decirse que este es el más importante entre todos los citados.
4. La torre renacentista, obra de Hernán Ruiz II, importante arquitecto cordobés, autor de destacadas torres como la de la parroquia del Salvador de Pedroche o Santa Marina en Córdoba, mención aparte del remate de la Giralda de Sevilla, de la que la torre de San Lorenzo fue una precursora en su tratamiento de los diferentes cuerpos que la componen, que se encuentran girados unos respecto a otros.
5. Finalmente, destacaría la importancia de las imágenes que se encuentran alojadas en la iglesia, entre las cuales la más destacada sería el Cristo del Remedio de Ánimas.

Como no quiero hacerme pesado, me gustaría finalizar aconsejando a todos que os deis un paseo y admiréis esta iglesia única, si cabe más espectacular que nunca tras la magnífica restauración a que ha sido sometida.

jueves, 5 de marzo de 2009

San Agustín

Ya ha terminado el Carnaval, este año un poco deslucido por culpa de la pertinaz lluvia, pero quien más y quien menos ha aprovechado para disfrazarse y pasar un buen rato de fiesta y risas.
No es mi intención hablar aquí sobre la fiesta de Carnaval, de sus orígenes ni incluso de la forma que tenemos de celebrarlo, sino más bien hablar de la zona donde tiene más tradición su celebración en Córdoba y más concretamente de un edificio que se encuentra cerca de esa zona. Hablo de la calle Montero, que une los barrios de San Lorenzo y San Agustín, aunque quizás haga mal hablando de tal barrio de San Agustín, pues como tal en realidad no existe.
Me explico: el origen de los barrios del casco histórico, tal y como los conocemos actualmente, data de los años de la conquista de la ciudad por parte de las tropas de Fernando III, cuando éste divide la ciudad en demarcaciones parroquiales, llamadas collaciones, que podrían equipararse a lo que hoy en día se llaman barrios. Una de las collaciones más extensas fue la de Santa Marina, dentro de la cual podría encuadrarse lo que actualmente llamamos barrio de San Agustín. Este nombre le viene de situarse en la zona el convento de San Agustín, uno de los más importantes de la ciudad durante la época medieval.
El origen de este convento data de la época posterior a la conquista por Fernando III, cuando se asientan los frailes agustinos en la zona del actual Campo de la Verdad. Este lugar, al estar situado extramuros, fue considerado por los frailes una zona poco segura debido a las frecuentes incursiones que hacían los guerreros musulmanes más allá de sus fronteras. Por ese motivo, solicitaron permiso para asentarse en un lugar dentro de la muralla de la ciudad, y les fue concedido en 1313 un espacio donde antiguamente se localizaba el alcázar califal. Este lugar, debido a su excelente localización, cerca de la catedral y del puente sobre el Guadalquivir, fue elegido poco después, concretamente en 1328, por el rey Alfonso XI para situar su alcázar real, lo que supuso un nuevo traslado del convento, esta vez hacia su emplazamiento definitivo en el lugar en que hoy lo podemos contemplar.
Este convento, junto al de San Pablo y el de San Pedro el Real (actual iglesia de San Francisco), fue de los más importantes durante los años medievales y posteriores. Con el paso de los años fue perdiendo la importancia que tuvo, y llegado el siglo XIX, durante la época de la desamortización, el convento es exclaustrado. Pese a ser desamortizado, el convento no sufre un cierre definitivo. Con el paso de los años, se instala en él una pequeña comunidad de dominicos que lo mantienen a duras penas, manteniéndose el culto gracias a la existencia allí de una imagen de gran devoción entre el pueblo de Córdoba, la Virgen de las Angustias, que posteriormente y debido al mal estado en que se encontraba la iglesia, causa de su cierre, fue trasladada al templo de San Pablo. (Nota aclaratoria: según me comenta un lector, la causa del traslado de la Virgen de las Angustias fue las desavenencias entre la cofradía y los dominicos).
Tras el cierre, se inicia un largo y accidentado proceso de restauración de la iglesia que aún no ha concluido, y que esperemos que devuelva un poco de su antiguo esplendor a este rincón tan importante de la ciudad.

viernes, 20 de febrero de 2009

La Virgen de Luna

Aprovechando que el fin de semana pasado se celebró la romería de la Virgen de Luna de Pozoblanco, voy a comentar un poco sobre la historia de esta celebración que tanto arraigo tiene en dos poblaciones del Valle de los Pedroches como son Pozoblanco y Villanueva de Córdoba, a las que me unen lazos familiares.
El origen de la advocación parece tener su origen en un momento indeterminado del siglo XV cuando, de forma semejante a otras apariciones marianas de la época –un ejemplo sería la Virgen de la Fuensanta-, se aparece la virgen en las ramas de una encina a un pastor de la villa de Pedroche. Cuenta la leyenda que el pastor intentó llevar la virgen a su pueblo, pero que ésta siempre volvía al lugar de la aparición, con lo cual se tomó la decisión de construir allí mismo una ermita para que la virgen dispusiera de un lugar digno. Eso es lo que cuenta la leyenda, y como tal es lo que se ha trasmitido hasta nosotros. La cuestión es que, hubiera aparición o no, en esa época se construye una ermita en medio de la dehesa de encinas, en el mismo lugar en el que se encuentra ahora. El nombre de Virgen de Luna, se debe a que aparece una media luna a los pies de la virgen, lo que parece ser un símbolo de la derrota de los musulmanes a manos de los cristianos. Esto se explica debido a que la aparición se produce en una época en la que eran frecuentes las luchas entre unos y otros, principalmente en una zona fronteriza como era el reino de Córdoba.
Os preguntaréis a qué se debe que la misma patrona sea compartida por dos pueblos, algo que no es demasiado frecuente. Esto es debido a que antiguamente la zona formaba una misma unidad administrativa y territorial, llamada las Siete Villas de los Pedroches, con capital en la villa de Pedroche durante la época que hablamos –aunque posteriormente pasaría la capitalidad a Torremilano y Pozoblanco-. Por tanto, el territorio no estaba dividido como sucede ahora, y la ermita se enclavaba en terrenos que eran comunes a todas las villas. Aunque la devoción empezó siendo común a todas las villas, poco a poco las más alejadas del lugar fueron perdiéndola a favor de otras vírgenes más cercanas, quedando definitivamente en manos de tres, a saber, Pedroche, Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. La primera de ellas dice la tradición que un año, debido a las inclemencias del tiempo, no se presentó en la fecha indicada a recoger a la virgen, con lo cual perdió su derecho a llevarla, quedando definitivamente como hoy día, con el patronazgo de Pozoblanco y de Villanueva, que la comparten por igual a lo largo del año.
Y esa es la historia, un poco abreviada, del origen de la advocación de la Virgen de Luna.

viernes, 13 de febrero de 2009

Medina Azahara

Las ruinas de Medina Azahara -o Madinat al-Zahra, que también pueden llamarse de esta manera-, son un lugar que hay que disfrutar sin prisas. Por muchas ocasiones que las hayamos visitado, siempre hay detalles que se nos han podido escapar y que se encuentran escondidos tras el recodo de un muro o junto a un pequeño árbol del jardín. Además, las labores de estudio y restauración que se llevan a cabo sacan a la luz nuevos restos que poco a poco se abren a la visita y que cada vez nos sorprenden más cuando pensamos en todo lo que aún se encuentra enterrado en el yacimiento. Por eso, mi consejo es visitarlo cada cierto tiempo, porque siempre nos encontraremos algo nuevo. Y la mejor época de hacerlo es en primavera, cuando la vegetación de la sierra se encuentra en todo su esplendor y no solo disfrutaremos de la visita a las ruinas, sino también de un magnífico día de campo.
La leyenda dice que la ciudad fue edificada como un acto de amor del califa Abderramán hacia su mujer favorita, Azahara; con el dinero que había preparado para el rescate de prisioneros en tierra de cristianos, y en vista de que no había tales prisioneros, esa cantidad se usó para construir la ciudad.
La realidad fue bien diferente. La ciudad se construyó por orden del recién proclamado califa Abderramán III como afirmación de su nuevo poder, y lo hace a imagen y semejanza de como lo habían hecho anteriormente los califas orientales. Es así como la nueva ciudad se convierte en sede de la corte, una especie de capital administrativa desde la que se dirigían todos los asuntos de estado. El esplendor de la ciudad duró pocos años, pues fue acabada en la segunda mitad del siglo X, durante el reinado de Alhaquén II, hijo de Abderramán, y es a raiz de las guerras civiles, o fitna, que disgregaron el califato en multitud de pequeños reinos de taifas a partir del año 1010, cuando la ciudad es sumida en un estado de abandono.
A partir de esa época, la ruina se va apoderando de los edificios, cuyos materiales son utilizados en construcciones de Córdoba e incluso de otras ciudades más lejanas. No tenemos más que ver la cercana mole del monasterio de San Jerónimo para hacernos una idea del expolio de materiales sufrido por Medina Azahara. Con el paso del tiempo, las ruinas van cubriéndose de sedimentos y van quedando ocultas a los ojos de la gente, incluso su memoria se pierde, cuando varios siglos después de su destrucción se cree que son las ruinas de la antigua ciudad romana de Córdoba –de ahí el nombre de Córdoba la Vieja que se les da- .
Es a partir del siglo XIX, con el interés que despierta en esa época todo lo relacionado con el mundo árabe, cuando las ruinas son identificadas con la ciudad de Medina Azahara. Ese interés culminará en 1910 con el inicio de las excavaciones y posterior reconstrucción de los edificios, un proceso de muchos años que ha llegado a lo que de momento podemos contemplar, y que esperemos que en un futuro sea mucho más, de manera que podamos admirar y conocer la joya que se oculta en las faldas de la sierra.