domingo, 29 de marzo de 2009

El hospital del Cardenal Salazar

Cerca de la mezquita se encuentra un edificio de grandes dimensiones –ocupa todo un lateral de la plaza del Cardenal Salazar- que muchos cordobeses conocerán, aunque no hayan estudiado en sus aulas. Se trata de la Facultad de Filosofía y Letras. Lo que muchos no conocerán, sobre todo los más jóvenes, es que este edificio no siempre ha cumplido la misma misión.
Su origen está en el deseo del cardenal don Pedro de Salazar y Toledo, a principios del siglo XVIII, de crear un colegio que acogiese a los niños del coro de la catedral, para lo cual dispone de unos cuantiosos fondos y de unas casas cerca de la catedral. Justo por esos años se desencadena en la ciudad una grave epidemia de peste, debido a la cual el concejo de la ciudad ruega a don Pedro de Salazar que destine los fondos del colegio a la creación de un hospital en el que cuidar a los numerosos afectados por la epidemia. El cardenal accede al cambio de usos y se inicia la construcción del edificio, que queda concluido en el año 1724 en el estilo barroco que podemos contemplar en la actualidad.
El nuevo hospital, pese a no ser el único de la ciudad, ya que en esa época existían más centros asistenciales, debido al pequeño tamaño de éstos y a su falta de financiación, se convierte desde el primer momento en el principal y más grande hospital de Córdoba durante muchos años, conociéndose con el nombre de hospital de Agudos. Esa importancia la pierde a mediados del siglo pasado, cuando se construye la ya desaparecida Residencia del Teniente Coronel Noreña, que supone una revolución en la asistencia sanitaria de la ciudad, y provoca la decadencia del antiguo hospital, que subsiste hasta principios de la década de 1970. En esos años, la recientemente creada Universidad de Córdoba se hace cargo del edificio y sitúa en él la Facultad de Filosofía y Letras y Derecho –esta última se separa posteriormente para situarse en el antiguo convento del Carmen-, función que aún mantiene en la actualidad.
Unida a este edificio, pero con un origen muy diferente y mucho más antiguo, se encuentra la capilla de San Bartolomé. Se trata de una capilla de origen gótico-mudéjar, de finales del siglo XIV o principios del XV, que formaba parte de una iglesia más amplia, de la que aún pueden verse restos en la portada exterior o en las arcadas del atrio actual. Se trataría de la parroquia de San Bartolomé, creada en el año 1399 como parroquia del recién creado barrio del Alcázar Viejo y del antiguo barrio de la Judería, pero esa es una historia muy larga que habrá que contar en otro momento.

miércoles, 18 de marzo de 2009

San Lorenzo

Este fin de semana pasado se ha inaugurado, después de dos años de restauración, una de las iglesias más importantes y con, posiblemente, la personalidad más marcada de Córdoba. Se trata de la iglesia de San Lorenzo, centro neurálgico del barrio del mismo nombre.
La iglesia de San Lorenzo es una de las parroquias instituidas por el rey Fernando III tras la conquista de la ciudad a los musulmanes en el año 1236. Como ocurrió con otros casos, por ejemplo en la catedral, o en las iglesias de Santiago, San Juan o Santa Clara, la iglesia ocupa el solar de una mezquita anterior situada en el mismo lugar, llegándose a aprovechar elementos de ésta en la nueva iglesia, como es el caso que tratamos, donde se aprovecha parte del alminar en la actual torre. A lo largo de los siglos XIII y XIV se va construyendo la iglesia en un estilo de transición del románico al gótico, de tres naves, que con el transcurso de los siglos va sufriendo modificaciones hasta llegar al estado en que la encontramos actualmente.
Al principio decía que quizás ésta sea la iglesia que posee la personalidad más marcada de la ciudad. Varios son los motivos por los que me atrevo a hacer tal afirmación. A saber:

1. Las pinturas de estética goticista que adornan el ábside principal, magníficamente restauradas, y que a mí, personalmente, me recuerdan las existentes en las basílicas de San Francisco de Asís o San Antonio de Padua en Italia –bien es verdad que las cordobesas se encuentran a gran distancia, pues no fueron ejecutadas por ningún Giotto o Cimabue, ni adornan tan profusamente todos los muros de la iglesia-. Estas pinturas murales son únicas en Córdoba y no se encuentran parecidas en ningún otro edificio de la ciudad.
2. El pórtico que precede a la portada principal de la iglesia, también único en la ciudad, y que recuerda a construcciones de otras latitudes más al norte.
3. El magnífico rosetón mudéjar que preside la fachada principal. En este caso no es único en la ciudad, pues podemos encontrar otros parecidos en iglesias de esta misma época, caso de San Miguel, Santiago o San Pablo, pero puede decirse que este es el más importante entre todos los citados.
4. La torre renacentista, obra de Hernán Ruiz II, importante arquitecto cordobés, autor de destacadas torres como la de la parroquia del Salvador de Pedroche o Santa Marina en Córdoba, mención aparte del remate de la Giralda de Sevilla, de la que la torre de San Lorenzo fue una precursora en su tratamiento de los diferentes cuerpos que la componen, que se encuentran girados unos respecto a otros.
5. Finalmente, destacaría la importancia de las imágenes que se encuentran alojadas en la iglesia, entre las cuales la más destacada sería el Cristo del Remedio de Ánimas.

Como no quiero hacerme pesado, me gustaría finalizar aconsejando a todos que os deis un paseo y admiréis esta iglesia única, si cabe más espectacular que nunca tras la magnífica restauración a que ha sido sometida.

jueves, 5 de marzo de 2009

San Agustín

Ya ha terminado el Carnaval, este año un poco deslucido por culpa de la pertinaz lluvia, pero quien más y quien menos ha aprovechado para disfrazarse y pasar un buen rato de fiesta y risas.
No es mi intención hablar aquí sobre la fiesta de Carnaval, de sus orígenes ni incluso de la forma que tenemos de celebrarlo, sino más bien hablar de la zona donde tiene más tradición su celebración en Córdoba y más concretamente de un edificio que se encuentra cerca de esa zona. Hablo de la calle Montero, que une los barrios de San Lorenzo y San Agustín, aunque quizás haga mal hablando de tal barrio de San Agustín, pues como tal en realidad no existe.
Me explico: el origen de los barrios del casco histórico, tal y como los conocemos actualmente, data de los años de la conquista de la ciudad por parte de las tropas de Fernando III, cuando éste divide la ciudad en demarcaciones parroquiales, llamadas collaciones, que podrían equipararse a lo que hoy en día se llaman barrios. Una de las collaciones más extensas fue la de Santa Marina, dentro de la cual podría encuadrarse lo que actualmente llamamos barrio de San Agustín. Este nombre le viene de situarse en la zona el convento de San Agustín, uno de los más importantes de la ciudad durante la época medieval.
El origen de este convento data de la época posterior a la conquista por Fernando III, cuando se asientan los frailes agustinos en la zona del actual Campo de la Verdad. Este lugar, al estar situado extramuros, fue considerado por los frailes una zona poco segura debido a las frecuentes incursiones que hacían los guerreros musulmanes más allá de sus fronteras. Por ese motivo, solicitaron permiso para asentarse en un lugar dentro de la muralla de la ciudad, y les fue concedido en 1313 un espacio donde antiguamente se localizaba el alcázar califal. Este lugar, debido a su excelente localización, cerca de la catedral y del puente sobre el Guadalquivir, fue elegido poco después, concretamente en 1328, por el rey Alfonso XI para situar su alcázar real, lo que supuso un nuevo traslado del convento, esta vez hacia su emplazamiento definitivo en el lugar en que hoy lo podemos contemplar.
Este convento, junto al de San Pablo y el de San Pedro el Real (actual iglesia de San Francisco), fue de los más importantes durante los años medievales y posteriores. Con el paso de los años fue perdiendo la importancia que tuvo, y llegado el siglo XIX, durante la época de la desamortización, el convento es exclaustrado. Pese a ser desamortizado, el convento no sufre un cierre definitivo. Con el paso de los años, se instala en él una pequeña comunidad de dominicos que lo mantienen a duras penas, manteniéndose el culto gracias a la existencia allí de una imagen de gran devoción entre el pueblo de Córdoba, la Virgen de las Angustias, que posteriormente y debido al mal estado en que se encontraba la iglesia, causa de su cierre, fue trasladada al templo de San Pablo. (Nota aclaratoria: según me comenta un lector, la causa del traslado de la Virgen de las Angustias fue las desavenencias entre la cofradía y los dominicos).
Tras el cierre, se inicia un largo y accidentado proceso de restauración de la iglesia que aún no ha concluido, y que esperemos que devuelva un poco de su antiguo esplendor a este rincón tan importante de la ciudad.