viernes, 13 de febrero de 2009

Medina Azahara

Las ruinas de Medina Azahara -o Madinat al-Zahra, que también pueden llamarse de esta manera-, son un lugar que hay que disfrutar sin prisas. Por muchas ocasiones que las hayamos visitado, siempre hay detalles que se nos han podido escapar y que se encuentran escondidos tras el recodo de un muro o junto a un pequeño árbol del jardín. Además, las labores de estudio y restauración que se llevan a cabo sacan a la luz nuevos restos que poco a poco se abren a la visita y que cada vez nos sorprenden más cuando pensamos en todo lo que aún se encuentra enterrado en el yacimiento. Por eso, mi consejo es visitarlo cada cierto tiempo, porque siempre nos encontraremos algo nuevo. Y la mejor época de hacerlo es en primavera, cuando la vegetación de la sierra se encuentra en todo su esplendor y no solo disfrutaremos de la visita a las ruinas, sino también de un magnífico día de campo.
La leyenda dice que la ciudad fue edificada como un acto de amor del califa Abderramán hacia su mujer favorita, Azahara; con el dinero que había preparado para el rescate de prisioneros en tierra de cristianos, y en vista de que no había tales prisioneros, esa cantidad se usó para construir la ciudad.
La realidad fue bien diferente. La ciudad se construyó por orden del recién proclamado califa Abderramán III como afirmación de su nuevo poder, y lo hace a imagen y semejanza de como lo habían hecho anteriormente los califas orientales. Es así como la nueva ciudad se convierte en sede de la corte, una especie de capital administrativa desde la que se dirigían todos los asuntos de estado. El esplendor de la ciudad duró pocos años, pues fue acabada en la segunda mitad del siglo X, durante el reinado de Alhaquén II, hijo de Abderramán, y es a raiz de las guerras civiles, o fitna, que disgregaron el califato en multitud de pequeños reinos de taifas a partir del año 1010, cuando la ciudad es sumida en un estado de abandono.
A partir de esa época, la ruina se va apoderando de los edificios, cuyos materiales son utilizados en construcciones de Córdoba e incluso de otras ciudades más lejanas. No tenemos más que ver la cercana mole del monasterio de San Jerónimo para hacernos una idea del expolio de materiales sufrido por Medina Azahara. Con el paso del tiempo, las ruinas van cubriéndose de sedimentos y van quedando ocultas a los ojos de la gente, incluso su memoria se pierde, cuando varios siglos después de su destrucción se cree que son las ruinas de la antigua ciudad romana de Córdoba –de ahí el nombre de Córdoba la Vieja que se les da- .
Es a partir del siglo XIX, con el interés que despierta en esa época todo lo relacionado con el mundo árabe, cuando las ruinas son identificadas con la ciudad de Medina Azahara. Ese interés culminará en 1910 con el inicio de las excavaciones y posterior reconstrucción de los edificios, un proceso de muchos años que ha llegado a lo que de momento podemos contemplar, y que esperemos que en un futuro sea mucho más, de manera que podamos admirar y conocer la joya que se oculta en las faldas de la sierra.

2 comentarios:

  1. Que bonitas letras hablando de Medina Azahara, es una lastima que no se hayan recuperado las muchísimas piezas robadas de la misma hace muchos años, y gracias al arquitecto D.Felix Hernánez que con ayuda de otras personas consiguió sacar a flote lo que hoy tenemos a la vista de todas las personas.
    Un agrazo.

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  2. Sí que es una pena todo lo que ha salido del yacimiento y no regresará jamás, porque ahora difícil remedio tiene. Lo que tenemos que intentar es que este expolio no siga produciéndose con otros muchos yacimientos y edificios. No se me ocurre otro ejemplo mejor que las vigas de la mezquita que cualquiera puede comprar en las salas de subastas, y que nadie se explica cómo han podido llegar hasta ahí. Una pena de verdad.

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